García, Hamilton José Ignacio

El autoritarismo Hispanoamericano y la improductividad - Primera edición - Pocket - Buenos Aires; Sudamericana S.A.; 1998 - 325 páginas; Tapa flexible; 17.8 x 11 centímetros; Impreso Pequeño

Reconocimientos. --Introducción. --I Las encomiendas. --II. La evangelización. --III. El absolutismo. --IV. El estatismo. --V. El militarismo. --VI. El incumplimiento de la ley. --VII. La influencia religiosa. --VIII. Catolicismo y subdesarrollo. --IX. Religión y democracia. --X. La raigambre del nazismo. --Epílogo

Poco antes de 1930, algunos grandes países de América Latina parecían encontrarse en una etapa de completa estabilidad institucional y pleno desarrollo económico. México en el norte y la Argentina en el sur eran las naciones que reflejaban más cabalmente esas características.
Desde que Porfirio Díaz empezara a gobernar México en el último cuarto del siglo XIX, el país había iniciado una significativa expansión económica. Se liberalizó el comercio interno eliminándose el impuesto de alcabalas y el integrado mercado nacional pasó a vincularse con el mundo exterior. La agricultura, la minería y la industria crecieron, y la construcción de caminos, telégrafos y ferrocarriles se aceleró: de 638 kilómetros de vías en 1876 se había pasado a 19.820 en 1910.
En setiembre de 1910, al celebrarse el centenario del grito de Independencia y los 80 años de vida de Porfirio, el país inauguraba importantes obras públicas como la Estación Sismológica y el canal de desagües de la capital, en medio de la admiración de los representantes extranjeros.
La carencia del "Porfiriato", en cambio, había sido política. En 1871 Díaz se había alzado en ar mas contra el presidente Benito Juárez bajo el lema de "Sufragio efectivo, no reelección", pero cuando en 1876 llegó él a la primera magistratura sintió más que nadie la tentación de retener el poder. Con el solo y breve intervalo de 1880 a 1884 en que gobernó su compadre Manuel González, Porfirio ocupó la presidencia hasta 1911, cuando fue derrocado por una rebelión encabezada por Francisco Madero, líder del Partido Nacional Antirreeleccionista.
Esta vez, sin embargo, no se trataba de un golpe palaciego o de una revolución incruenta o de pequeñas minorías. Se produjo una verdadera Revolución Mexicana que iba a extenderse por diez años y, sacudiendo las estructuras sociales y pretendiendo satisfacer los ancestrales reclamos de indígenas y mestizos por sus tierras usurpadas, iba a culminar con la iniciación de un período de democracia aparentemente consolidada¹. La reelección presidencial fue eliminada de la Constitución y todo parecía indicar que las tendencias republicanas habían terminado de arraigar en el suelo mexicano. El futuro, tanto en lo económico como en lo político, se presentaba brillante para el país azteca

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